Cómo me reconvertí a tech (sin morir en el intento)

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Esta noche, en un nuevo episodio de “Nadie Sabe Que Rayos Está Haciendo And That’s Ok”…

Primero lo primero. Éste NO (no-no-no🎵) es un manual de instrucciones para ingresar al rubro tech. Segundo, lo segundo. Éste SÍ es un relato reciente de cómo decidí aprender a programar, y de mis experiencias pasando por el bootcamp de Le Wagon y consiguiendo mi primer empleo como Full Stack Developer Jr con el lindo equipo de Get on Board. Por sobre todo, mi intención es que mi experiencia resulte útil a otros que, como yo, estén interesados en movidas similares. Para todo lo siguiente: soy Juan Manuel (pero mejor Juanma), tengo 32 años y vivo en la Lima-Perú. Mucho gusto, tremendo gusto.

Basado en hechos reales

La era del “I’m CEO, b*tch”

Creo que muchos de los que salimos al mundo laboral en los 2010’s vivimos lo que a falta de mejor nombre llamaré la era del “I’m CEO, btch”.* La romántica imagen de “The Social Network” con un Mark Zuckerberg entrando al edificio de una VC en pijama y pantuflas se insinuaba como una auto profecía idílica.

El destino era Oprah Winfrey gritando “You get a unicorn startup! You get a unicorn startup! YOU get a unicorn startup!”. Oprah tenía razón (Oprah SIEMPRE la tiene): crearías un producto digital, amasarías millones en valuación y repartías tus tarjetas de “I’m CEO, btch*” por Silicon Valley. Sólo un detalle: necesitabas un(a) developer (o un ejército de ellos) o saber programar (como Mark) para crear un producto digital. Pero bueno, eso de la programación debe ser de lo más sencillo…¿no? (¿No? ¿Hola?)


El sueño de Oprah regalando startups

La ignorancia atrevida

Al mismo tiempo que me recibía como ingeniero industrial y empezaba a trabajar, comencé a estudiar las historias de creadores de productos tecnológicos de todo tipo y tamaño (véase Indie Hackers, 37signals❤️ ). Poco después realicé algunos emprendimientos gracias a plataformas como Kickstarter (emprendimientos que, si bien no muy tech-related, me enseñaron de diseñar, iterar y comunicar un producto).

Y ahí, con esas ganas de aprender a crear productos, pero esta vez digitales, es que pica (después de mucho zumbar) el mosquito de la programación. Que no se confunda con la radioactiva picadura de Peter Parker que instantáneamente gana las destrezas de Spiderman: mi transición hacia la programación fue mas bien lenta, torpe y zig-zageante.

Algo así fue

En estudios generales había cursado “Introducción a la Programación”, donde escribíamos scripts en Visual Basic (aún recuerdo la emoción de ver en consola mi jueguito de Battleship para el examen final), pero más allá de eso, mi tech stack consistía en saber prender y apagar la impresora de la casa (o cuando me sentía atrevido, cambiarle la tinta).


Así que compré algunos libros y cursos (de programación, no impresoras)… En mi campaña de ignorancia atrevida, empujando poco a poco en un panorama que se sentía y sigue sintiendo vasto e infinitamente cambiante.


Le ‘Coding Bootcamp 🎓

Había oído el término en testimonios de personas que se había reconvertido al campo de la tecnología. La idea de un programa intensivo que te convertía en pocas semanas en programador era definitivamente atractiva, aunque por supuesto también sospechosa. Tocaba preguntar a Mr. Google.

Tras revisar cuanto ranking, review, blog de Medium y video de YouTube pude encontrar, el bootcamp de Le Wagon me gustó por su humanidad y su enfoque en crear productos. Mientras otros programas juntaban una barbaridad de tecnologías modernas en su currícula y ya (algo que para mí lleva a poca profundización y hasta burnout), Le Wagon tenía un approach (compartido por bootcamps de renombre como App Academy) basado en Ruby y Ruby on Rails, tecnologías famosas por dar inicio a tech giants como Twitter, Shopify o Airbnb (y de hecho, también Get on Board), y que se caracterizaban por su sintaxis amigable y sus super poderes para el desarrollo ágil (las famosas “batteries included” o “rails magic” tienen sus pros y cons, pero las considero idóneas al empezar).

El programa había empezado en Francia y se había expandido por muchas ciudades del mundo. Ciudades entre las que, aprendería con tristeza, no se encontraba ni Lima ni ninguna ciudad de Perú.



Le Wagon llega a casa

La idea de salir del país tenía sus aristas (los gastos asociados, dejar mi trabajo y negocios en Perú); y por mucho tiempo estuvo en pausa. Cuando comenzó la pandemia y sus cuarentenas, asumí la administración del negocio familiar para que mis padres se quedaran en casa. Y entonces, en la rutina de abrir tiendas y argumentar con los policías en los semáforos que “nuestro negocio era de primera necesidad y sí estaba permitido a circular…”, me enteré de un programa de becas tecnológicas ofrecido por el gobierno peruano. Y no adivinan que escuela de bootcamp figuraba en la lista, estrenando operaciones en Perú y con un programa 100% remoto en el contexto del COVID-19. Afirmativo: Le Wagon.

Llevar el bootcamp al mismo tiempo que el negocio tal vez no sería el escenario ideal, pero la oportunidad era demasiado buena para dejar pasar.

Y yo...
Como parte del proceso de postulación, Le Wagon solicitaba que aprobáramos un curso introductorio de las tecnologías cubiertas por el programa. Luego completarlo y pasar por una entrevista, tuve la suerte de quedar seleccionado. Después de unos retrasos por inestabilidades políticas en Perú (LATAM, am I right?), el curso empezó en octubre del 2021.


Las sesiones estaban divididas en tres: clase teórica por la mañana, pair programming hasta la tarde y live coding al término de la sesión. Además, existía una dinámica de tickets para pedir ayuda si te quedabas entrampado en alguno de los coding challenges. Todo esto tomaba  lugar dentro de su plataforma online, a la que llaman Kitt. En ella, teníamos acceso al material de la clase, a grabaciones de clases, a los ejercicios (los cuales se conectaban a mi repositorio en Github y me permitían saber cuales había resuelto bien), e incluso a material de temas que no eran cubiertos durante el bootcamp (hasta hoy utilizo la plataforma como material de consulta). Al final del programa, armamos equipos de cuatro para desarrollar dos proyectos finales (hicimos un ‘Airbnb para coworkings’ y una web que sacaba fotos de Instagram e imprimía albums).

El bootcamp se sintió rápido e intenso. Demandó dedicación constante a las clases y a los ejercicios, y ser rápido en pedir ayuda porque cada sesión tomaba como base los aprendizajes de las anteriores. Yo estoy muy agradecido con el equipo de profes, cracks totales que siempre estuvieron preocupados por ayudarnos a crecer. No quiero decir que coding bootcamps como Le Wagon (u otros), son la única manera de aprender a programar, pero sí pienso que para muchos (como para mí) pueden resultar una gran ayuda en brindar estructura, orden y un sistema de apoyo. Eso… y una career week.

La career week es una oportunidad para recibir asesoría en temas de CV, portafolio, GitHub, LinkedIn, etc.; y reunirte con potenciales empresas empleadoras y relacionadas. Y es precisamente en una de esas reuniones, que me toparía con Get on Board.


Imposturus Sindromus Severus

En una llamada Zoom de muchas cámaras apagadas, apareció Anne… Head of Partnerships and Developer Relations de Get on Board. Suena intimidante, pero la barrera fue rápidamente tumbada por una actitud tremendamente resuelta y sincera (episodio que se repetiría al conocer a otros miembros del equipo).

La llamada era para presentar la plataforma de Get on Board como herramienta en nuestra búsqueda laboral a los graduados de Le Wagon, pero dejó también entrever muchos aspectos de la cultura interna en la empresa. Lejos de una job site más, me impresionó la misión de Get on Board por mejorar el ecosistema tech en LATAM (impulsando principios como transparencia salarial, trabajo remoto y asíncrono, trato justo al postulante, y aportando contenido de valor al sector).

Un compañero bastante astuto preguntó a Anne al final de la charla por una posición que Get on Board acababa de abrir para un desarrollador Semi Senior. Anne fue muy amable y nos invitó a postular, pero en ése momento, las palabras ’Semi Senior’ fueron suficiente para activar mi crónica condición de (y perdón el léxico científico) Imposturus Sindromus Severus.


Ahí estábamos en el Zoom

Pero el episodio dejó marca y sin querer queriendo, acabé investigando más y más de Get on Board. La empresa había nacido como un side hustle de dos amigos (Sergio y Jorge) que, provenientes de un background en tecnología*,* conocían demasiado bien los pain points del sector para profesionales que buscaban empleo y empresas que buscaban profesionales. 100% remota y con un equipo repartido en muchas partes del mundo (y con la riqueza de perspectivas que ello conlleva), la empresa no había dejado de crecer y evolucionar. No me cansaré de decir que (para mí) son el Basecamp de LATAM.


Así que, en un arranque de YOLO ilusionado (y si, tal vez puse Ain't No Mountain High Enough de fondo musical… supongo que nunca lo sabremos), volví a entrar a la publicación del puesto Semi Senior y empecé a escribir una postulación que se sintió más bien como un carta. Una carta que decía algo así como que, si bien no era Semi Senior, que ganas y empuje no me faltaban, y que postulaba con las esperanzas de que eso pudiera entrar en consideración. A veces soy un poco cursi (y no ayuda la música ochentera), pero las intenciones son sinceras.

Y entonces, lo insospechado: un mensaje de Javi.

Yo tratando de superar mi síndrome del impostor

Las temidas entrevistas y desafíos técnicos

En su mensaje, Javi (que es Talent Adquisition Expert en Get on Board) me agradecía el interés en la empresa y me invitaba a pasar por una prueba técnica. Yo había escuchado historias de terror acerca de las pruebas técnicas, así que decidí pecar de precavido y pregunté si podía resolverla durante el fin de semana. Javi dijo que no había problema.

Al terminar el bootcamp, para mantener un poco de estructura y accountability, había creado un archivo de Notion con mis metas semanales y mensuales. En él, enlistaba material que debía ir revisando y estudiando (basado en recomendaciones de profes con quienes mantuve contacto). Además, me reunía semanalmente con una amiga del bootcamp, para discutir nuestros descubrimientos y avances. Gracias a todo esto, había seguido profundizando en principios de diseño y programación orientada a objetos (aquí recomiendo ‘Practical Object-Oriented Design’ de Sandi Metz), y creo que eso me ayudó en la prueba técnica. Lejos de ser una prueba extensa, la prueba parecía mas bien pensada para evaluar tu manera de diseñar y encapsular data y comportamiento, en la solución de un problema. De todas formas, la envié hecho un mar de dudas.

A los pocos días me escribió Felipe. Felipe Funes es famoso por ser el primer empleado de Get on Board. Antes de convertirse en programador, había sido músico (épico, lo sé), y ahora portaba el cargo de Lead Developer en Get on Board. Me citó a una entrevista por Zoom, donde tuve la oportunidad de contarle un poco de mi historia hasta ése punto y de las motivaciones me habían llevado a postular. Fue emocionante descubrir que, aparte de ser reconvertidos tech, compartíamos el interés en movimientos como el de los indie hackers.

Luego vino la entrevista con Javi. Me puse un poco nervioso porque la ventana de Zoom desapareció en mi computadora y tuve que terminar llevando la llamada desde mi celular, pero ahora siento que eso hasta ayudó a romper el hielo. Si se están preguntando si me hicieron la pregunta de las fortalezas y las debilidades, la respuesta es sí. A mí me ayuda a veces escribir como un pequeño libretito con anticipación. No para leerlo, sino para tener mejor articulados mis pensamientos. La entrevista terminó con una breve conversación en inglés (y mi mejor intento de sonar como el peladito de OpenEnglish).

Foto de Glenn Carstens-Peters en Unsplash

Tiempo de moralejas

Estaba comprando un café cuando recibí el mensaje de Felipe informándome que Get on Board quería hacerme una oferta formal. Recuerdo mi emoción mientras recibía la taza de capuccino y subía por el ascensor. Sigue siendo emocionante pensar en la mezcla de decisiones y suerte que han conjugado a mi favor para estar aquí, ahorita. Me gustaría decir que lo tenía todo fríamente calculado, pero el camino ha sido en la misma medida planificado e insospechado. Lo sigue siendo.

Éste NO es un manual (por mucho que me gustaría tenerlo). Éste SÍ es un relato reciente. Y de mi relato quiero intentar trazar algunos aprendizajes hasta la fecha:

  • Estructura y accountability. Aprender a programar es díficil, pero es más difícil si no creas un sistema con estructura y accountability(*). Elige un set modesto de herramientas, dedícate a profundizarlas, y ley de hielo a cualquier tecnología de moda que intente seducirte (Hoy no, joven).
  • Eres freaky y a mucha honra. No escribas un CV prototípico, no respondas lo socialmente correcto durante tu entrevista (bueno, todo con criterio). Mi punto es que pisar fuera del molde puede ser algo bueno, las compañías buscan personas distintas como tú. Es solo cuestión de enseñarles.
  • Calidad sobre cantidad. Buscar un empleo no es un numbers game de lanzar tu CV a diestra y siniestra y esperar que algo agarre. En mi experiencia, ayuda tener mucha intencionalidad en la postulación, profundizar en la empresa y postular a una con la que de verdad te identifiques.
  • ¡Comunícate! Busca aliados, comparte tu dificultades. Esto ayuda mucho con el Síndrome del Impostor. No es fácil, a mi todavía me cuesta… Pero siempre me alegro de haberlo hecho.

(*) Alguien responsable, comprometido, ético, cumple lo que promete, obtiene resultados, soluciona, sabe relacionarse, es propositivo entre otros calificativos

Y eso. Es un poco difícil dar cierre a un relato. Más aún a uno donde sientes que estás muy lejos de alcanzar el final victorioso y definitivo donde el protagonista se pierde en el horizonte. Puedo decir que se siente como el cierre de un bonito e importante capítulo. Pero, como es natural en éstas cosas, los desafíos se siguen y seguirán atrincherando. Felizmente, también mi batallón de aliados, a quienes debo y mucho.

Y para cuando las cosas se pongan extremadamente complicadas, tengo también (por supuesto) mis canciones ochenteras.



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Foto de portada de Ross Findon en Unsplash

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